Por Jorge Manrique Grisales
Hace algunos meses, César Peralta Castaño junto a su grupo de caminantes recorrió Cerro Bravo. La caminata incluyó subir por uno de los flancos del prehistórico volcán, situado a 25 kilómetros en línea recta de Manizales, y llegar hasta el santuario de los domos de lava congelada en el tiempo. Nada hacía evidente el pasado turbulento de esta montaña por donde se desciende al Valle del Magdalena. Incluso entre dos de los domos el caminante se maravilló con una laguna, llenada pacientemente desde tiempos inmemorables.
Algo parecido a esta experiencia se vivió en la lejana Pompeya en el año 79 de nuestra era cuando en tiempos del emperador romano Tito, los habitantes de la región de Campania veían una pacífica montaña en cuyas faldas se cultivaban las uvas con las que se producía un vino caro pero apetecido en todo el imperio. El volcán Vesubio no existía. Todos llamaban al lugar Monte Somma y allí se cultivaban además de uvas otros productos y se criaban animales para el consumo de carne y leche. La montaña era muy distinta a como luce hoy.
En la zona aledaña a Cerro Bravo, situado a 4050 metros sobre el nivel del mar en la cordillera Central, se cultivan papas y en la cuchilla que marca el Alto de Letras hay silos gigantes en los que se almacena el producto. Por allí pasa la carretera que une a Manizales con Mariquita, en el Tolima. Precisamente, al costado de esta vía, entre Letras y El Fresno comenzaron a brotar desde hace unos días gases que dispararon las redes sociales en busca de respuestas ante la noticia de que más de cuatro millones de colombianos se quedarían sin suministro de gas natural, pues la tubería que transporta el combustible hacia el suroccidente del país pasa por el punto donde se produjo la emanación de gases con temperaturas elevadas.
Hace 38 años no existía la tecnología con la que hoy se monitorean 50 volcanes activos que existen en el territorio nacional, según el Servicio Geológico Colombiano (SGC). Meses antes del 13 de noviembre de 1985, las gentes que habitaban en las proximidades del volcán nevado del Ruíz comenzaron a notar cambios en la cotidianidad de esta colosal montaña, considerada sagrada por los primitivos habitantes de la región. Olor a azufre, caída de cenizas, cambios en la turbiedad de los ríos, entre otros signos, le dijeron al país que allí estaba pasando algo. Los anuncios oficiales se inclinaban a divulgar que no había nada que temer. Sin embargo, a las 10:40 de la noche del 13 de noviembre de 1985 un primer lahar de 40 metros de altura borró a Armero dejando un saldo trágico de 25000 muertos y desaparecidos.
Más atrás en el tiempo, en la mañana del 19 de febrero de 1845, la misma montaña rugió. Según los testimonios de la época, recogidos en el libro Erupciones históricas de los volcanes colombianos (1500-1995) del profesor de la Universidad del Quindío, Armando Espinosa Baquero, “se oyó un tremendo ruido en el páramo del Ruiz al tiempo que se sentía un temblor de tierra”. La incomunicación de la época hizo que la tragedia se conociera apenas días después cuando el ingeniero inglés Robert J. Treffry, dueño de unas minas de plata cerca al municipio de Falan, Tolima, escribió una carta , fechada en Tasajeras el 21 de febrero de 1845, contando del desastre provocado por flujos de lodo que bajaron por el cañón del río Lagunilla y cubrieron más de 100 kilómetros cuadrados, arrasando con plantaciones de cacao y tabaco y matando a unas mil personas en lo que después se llamaría Armero.
La historia silenciosa de un volcán
La ciencia ha documentado las erupciones del volcán Cerro Bravo desde hace 14000 años, cuando el planeta despertaba de la última era de hielo, aumentaron los niveles de los mares y la humanidad seguía viviendo de lo que recolectaba y cazaba. Las herramientas eran de piedra y el continente americano comenzaba a poblarse desde Siberia y Alaska. Para sobrevivir se cazaban mamuts y bisontes y el hombre trascendía con el arte rupestre en cuevas en Europa.
Desde esa época, se han registrado al menos 22 erupciones del volcán Cerro Bravo, que no tiene la imponencia de su vecino el volcán nevado del Ruiz, pero que aterra por los precipicios por donde se trazó la vía entre Manizales y Mariquita que serpentea por una de sus laderas. De acuerdo con el más reciente mapa de amenaza volcánica del complejo volcánico publicado por el SGC en junio de 2022, se trata de un volcán explosivo que en el pasado ha tenido erupciones entre 3 y 5 en el Índice de Explosividad Volcánica (IEV). Esto quiere decir que ha tenido erupciones comparables con la del Ruiz en 1985 (3) pero también con la del Vesubio (5) que han cubierto su zona de influencia con distintos materiales desde cenizas y lapilli hasta piedra pomez y bombas de roca fundida que han sido datados por los científicos. También ha provocado lahares que han bajado por las ríos que nacen en su cumbre y que tributan sus aguas al río Magdalena como el Gualí y el Guarinó.
Por las entrañas del volcán Cerro Bravo cruzan dos fallas geológicas. Sus erupciones han creado cinco domos de lava endurecida que denotan el potencial que tiene de transformar el paisaje. Técnicamente se trata de una caldera volcánica en la que pueden apreciarse los cráteres que ha albergado a lo largo de su historia en un proceso continuo de formación y destrucción de domos. “Es como un enjambre de cráteres lo que amplifica considerablemente el efecto destructor, lo que hace de Cerro Bravo un volcán muy peligroso”, consideró el geólogo Víctor Hernán Cubillos.
Se calcula que las columnas eruptivas han alcanzado los 24 kilómetros de altura. Cabe aclarar que los volcanes explosivos acumulan grandes cantidades de energía que al momento de hacer erupción destruyen la montaña como sucedió en Pompeya en el año 79 de nuestra era o el monte Santa Helena en 1980, en Estados Unidos.
De acuerdo con este documento, el complejo volcánico de Cerro Bravo tiene el potencial de afectar al menos a cuatro millones de personas ubicadas en los distintos anillos definidos como zonas de amenaza volcánica de los departamento de Caldas, Tolima, Risaralda, Quindío, Valle, Chocó y Cundinamarca.
Midiendo el riesgo
Todos los datos recolectados por los científicos sirvieron para hacer simulaciones computarizadas que dieron como resultado la distribución de los diferentes fenómenos volcánicos que podrían generarse en una erupción. Se establecieron zonas de alta, media y baja amenaza teniendo en cuenta el grado de afectación sobre las mismas.
En el historial del volcán Cerro Bravo, contenido en la memoria del último mapa de amenazas del SGC, se describieron técnicamente las erupciones de los últimos 14000 años destacándose la formación y destrucción de domos y la expulsión de material piroclástico, con temperaturas entre 300 a más de 800 grados centígrados, en distintas áreas. Una de estas erupciones ocurrió hace unos 5000 años y dejó un depósito de hasta 40 centímetros de espesor en lo que hoy es Manizales. Precisa el informe que los fenómenos podrían generarse “en una erupción compuesta por varias fases que pueden durar de días a semanas”.
Los expertos concluyen que la amenaza de nubes de material incandescente es alta y tiene el potencial de matar seres vivos, destruir infraestructuras, provocar incendios, obstruir cauces de los ríos, taponar vías y afectar el transporte aéreo. También existe el riesgo de caída de piroclastos de proyección balística, una especia de bombas de lava de hasta 30 centímetros de diámetro, que afectaría un radio de 3 kilómetros alrededor de los domos actuales.
En cuanto a los flujos de lava, cuya temperatura puede alcanzar los 1200 grados centígrados, el estudio precisa que los mismos se desplazarían por las partes cercanas al volcán con un alcance hasta de seis kilómetros siguiendo principalmente el cauce de los ríos que nacen allí.
Lo de los lahares es algo más cercano, teniendo en cuenta la historia reciente de Armero. Toneladas de roca, arena, limo, arcilla y agua pueden desplazarse por los cauces y valles de ríos y quebrabas generando una masa de concreto húmedo que se desplaza a una velocidad considerable dependiendo de la pendiente del terreno. En el caso del nevado del Ruiz la cantidad de agua fue enorme por el descongelamiento de grandes masas de hielo del edificio volcánico. Por este tipo de fenómeno podrían verse afectados poblaciones ribereñas de los municipios de Marulanda, Manzanares, Marquetalia, Victoria y La Dorada, en el departamento de Caldas; Herveo, Fresno, Mariquita y Honda, en el Tolima, así como Puerto Salgar, en Cundinamarca. Se aclara que los flujos podrían recorrer más de 120 kilómetros de distancia desde su punto de origen.
Otro riesgo derivado de una eventual erupción del volcán Cerro Bravo son los gases volcánicos, constituidos por agua, dióxido de carbono y dióxido de azufre que pueden afectar las vías respiratorias, provocar lluvias ácidas cuando se mezclan con cenizas en la atmósfera y provocar contaminación de las fuentes de agua. Dadas las características explosivas del volcán, los expertos no descartan ondas de choque que pueden provocar ruptura de cristales y afectación auditiva a personas expuestas. Finalmente, están los sismos poco profundos, asociados al fracturamiento de roca por el ascenso de magna, que pueden provocar el colapso de la caldera o domo.
Una señal al lado de la carretera
Expertos consultados para esta investigación coinciden en que es extraño el fenómeno de gases saliendo al lado de la vía entre Letras y Fresno. El SGC no ha reportado sismos ni cambios en el volcán que puedan dar pie para pensar en una reactivación del silencioso Cerro Bravo. De todas formas, es necesario avanzar rápido en la investigación de las causas de la elevación de la temperatura, hasta los 600 grados centígrados y la emanación de gases. Lo más grave por ahora es el corte en el suministro de gas para el suroccidente del país por el problema que se presenta en ese punto con la tubería que transporta el combustible. Hoy existen más tecnologías y lecciones aprendidas como para repetir las historias tristes que han dejado las erupciones del vecino volcán nevado del Ruiz.
Hoy el caminante César Peralta Castaño recuerda la vegetación de páramo, los pájaros y los insectos que vio en el santuario de los domos del volcán Cerro Bravo desde donde se aprecia en días despejados el Valle del Magdalena, de un lado, y la zona rural de Manizales del otro. Nada presagiaba un cambio en el silencioso paraje que tiene tras de sí una historia violenta que los científicos han documentado hasta los tiempos en los que aún no existían humanos en esta parte del planeta.