Por Mario Alberto Peñaloza Díaz
Estudiante de la Especialización en Periodismo Deportivo IUEND
El mensaje es contundente hacia el gobierno nacional. ¡Las condiciones las ponemos nosotros! parece ser el contenido de las acciones del ELN luego de perpetrar el secuestro del padre de Luis Díaz, destacada figura del fútbol colombiano que milita en el Liverpool de Inglaterra.
Sin duda, un hecho que atenta contra el Derecho Internacional Humanitario y el proceso de paz echado a andar por el gobierno de Gustavo Petro Urrego, en su pretenciosa aspiración de dar por terminado el conflicto con todos los grupos armados ilegales, aunque tras quince meses de mandato, pese a acuerdos parciales entre el gobierno y el ELN, las cosas no avanzan de cara a la pacificación del país.
El próximo año el ELN cumplirá más de sesenta años en la ilegalidad. En ese transcurso esta guerrilla ha hecho parte de varios escenarios de diálogo con distintos gobiernos, así como de iniciativas de cese al fuego en veintinueve oportunidades, según afirmó Carlos Velandia, investigador, consultor de paz y amigo del gobierno nacional. Así que no es ese grupo armado el que llega debilitado o afanado a las conversaciones. Es el gobierno con sus expectativas de “paz total” el que tiene empeñada la palabra. El entonces candidato a la presidencia, Gustavo Petro, decía en marzo de 2021 a la revista Semana: “Yo lo que te respondería es que a los tres meses de ser presidente se acaba el ELN porque se haría la paz”. Expectativa vs. Realidad.
Mientras tanto, la tensión alrededor del secuestro y liberación del padre del talentoso jugador guajiro, ha dado lugar a iniciativas venidas del propio campo del deporte (#liberenapapa en X, antes Twitter), ha dado pie a discursos del periodismo a favor y en contra del gobierno y ha acrecentado las voces de pesimismo de los contradictores de la “paz total”. Fútbol y política en nuevo roce que, para el caso colombiano, conoce un capítulo reciente en el gobierno y reelección de Juan Manuel Santos.
Alejandro Villanueva Bustos y Nelson Rodríguez Melendro, en su investigación “La selección Colombia, el Gobierno Santos y la Guerrilla: discurso de la unidad”, analizaron la retórica movilizada por el entonces mandatario colombiano para lograr la aprobación de su gestión y apalancar su reelección. Aprovechando el buen desempeño del seleccionado nacional rumbo a Brasil 2014, Santos Calderón hiló mensajes que apelaban a la unidad nacional, a una comunidad imaginada que se regocijaba, por arte de metonimia, con el éxito de sus deportistas.
La campaña por la reelección estuvo marcada, entonces, por la defensa o el ataque al proceso de paz. Villanueva y Rodríguez, retoman: “La campaña presidencial fue intensa, con ataques constantes al proceso de paz por parte de los opositores, en cabeza de Zuluaga, mientras por su parte del gobierno nacional hacía publicidad a favor del proceso, al utilizar la figura de la selección nacional de fútbol, cuyas figuras daban declaraciones sobre la necesidad y la importancia de que el pueblo colombiano eligiera el camino de la paz; en otras palabras, que se votara por Santos, para que este continuara con los diálogos con la guerrilla de las FARC, con el lema: “Colombianos juguemos todos juntos el partido de la paz”.
Nada queda inmóvil alrededor del fútbol. Es un fenómeno complejo. De repente todas las instituciones se expresan de golpe, por lo cual podemos concebir al fútbol como un “hecho social total” (Marcel Mauss). Esto parece entenderlo ciertos sectores políticos para activar mensajes, retóricas de esperanza y las aspiraciones colectivas de reconciliación. Ahora, así como la Selección Colombia de James, Yepes, Ospina y Pékerman apalancó el proceso de Paz con las Farc y las aspiraciones políticas de Juan Manuel Santos, el ELN parece tener claro, en un efecto inverso, que el fútbol, la Selección Colombia y sus ídolos también son un vehículo poderoso para sus cometidos. El secuestro de “Mane” Díaz se dio justo cuando el gobierno atraviesa niveles de desaprobación de más del 50%. Un golazo al gobierno o un autogol al proceso, como quiera interpretarse.
Históricamente el ELN se ha considerado una guerrilla más urbana y preparada intelectualmente que las FARC. Aun así, las acciones violentas para demostrar su capacidad bélica lo han mantenido vigente. Esta vez fue el secuestro del papá de Luis Díaz, pero en enero de 2019 se adjudicó la muerte de 20 policías en un sangriento atentado con explosivos en la Escuela de Cadetes de Policía en Bogotá. El ELN aludió entonces que se trataba de una guarnición militar y de actos propios del conflicto. El gobierno Petro, no obstante, los antecedentes, siendo coherente con su apuesta de “paz total” prioriza salidas negociadas antes que escalar acciones militares y de ofensiva a las que tiene legitimidad y derecho por reservarse para sí el monopolio de la fuerza.
Al respecto, resalta un hecho que diferencia el gobierno de Gustavo Petro del de Juan Manuel Santos. Mientras Santos apeló al lenguaje emotivo del deporte y se valió del fútbol como un mecanismo de integración simbólica, el actual mandatario parece no atender la potencialidad del fútbol y otras expresiones para lograr el mismo efecto. Tal vez, esto pasa por el entendimiento que hay de la política en quien hoy funge como jefe de Estado. Para Gustavo Petro la política es un ejercicio de razón, de retórica, de discurso, de entendimiento de las estructuras sociales y los modelos de sociedad. Poco apela, por la misma razón, a lo simbólico, a la seducción, a las emociones.
Más sintomático resulta aún la abucheada a la familia del presidente en el Metropolitano de Barranquilla. Organizado o no, el canto a voz en cuello “Fuera Petro” en el último partido por eliminatorias (Colombia 2-1 Brasil), y luego el mismo coro en desarrollo del clásico paisa, demuestra que no siempre el fútbol nos sirve para pensarnos como una comunidad política nacional, justamente en la medida que un sector de la sociedad (a través del ¡fuera Petro!) busca expulsar a otro del juego político.
Víctor Turner estaría aterrado ante tales episodios. Sin momentos liminales no hay ritual. Si los antagonismos políticos no se diluyen ni al calor de un partido del seleccionado en Barranquilla, el ritual del fútbol ha perdido peso. Desde luego, el hoy Presidente tiene una que otra expresión de consideración hacia los futbolistas. Y sufrió a través de su hija, Antonella Petro, y sobre todo por ella, la rechifla en el “Metro”. Como Presidente seguramente persistirá en los escenarios políticos que caben en sus prácticas y su imaginación. Por ahora, el ritual de la política no deja ser hostil, y en cuanto fútbol y paz, el ELN le va ganando por goleada.
Referencias bibliográficas
Villanueva, A. y Rodríguez N. (2015) La selección Colombia, el Gobierno Santos y la Guerrilla: discurso de la unidad.
Alabarces, P. (2002). Fútbol y patria. El fútbol y las narrativas de la nación argentina. Prometeo libros, Buenos Aires.
Mauss, M. (1979). Sociología y antropología. Editorial Tecnos, Madrid.
Quitián Roldan, David L. Elecciones y Selecciones Colombianas de Brasil 2014 a Rusia 2018.
Villena, Sergio (2003) ‘Gol-balización, identidades nacionales y fútbol’.